Pero bueno, hablando en serio, ¿qué me parecía y me parece
la música de Revueltas? Si tuviera que definir mi opinión con
una sola palabra diría: audaz. Sir Eugene Goossens, director
y compositor inglés que actuó como director huésped de la
Sinfónica, después de dirigir una de las obras de Silvestre
me dijo textualmente: "I like Revueltas, he dares". (Me
gusta
Revueltas, él se atreve) ¿Se atrevía a qué?, a desobedecer
las tradicionales reglas de la armonía y de la construcción.
Se atrevía a ponerse espiritualmente del lado de la gran masa
del pueblo mexicano. Se atrevía a quedar mal con los críticos
académicos y con el diletantismo dizque culto del público
habitual.
En determinado momento, al estar leyendo la composición de
uno de nosotros, los jóvenes que hacíamos nuestros pininos,
tropezó con un acorde del que dijo "qué acorde tan
horriblemente perfecto". Esa frase me sirvió más que lo que
había aprendido en las clases de composición, porque me
encaminó a meditar sobre la sensación de cansancio, de
saturación que comenzaba a invadirnos acerca del sistema
armónico tradicional. Claro es que seguiríamos admirando las
obras (no todas) de los consagrados clásicos y románticos,
pero se sentía la necesidad de salirse de la trillada vía
armónica, vía que parecía haber llegado a su término en las
espléndidas obras de los compositores impresionistas.
Por eso empezamos a faltarle al respeto a los acordes,
poniéndoles bigotes o haciéndolos desempeñar papeles bastante
alejados de la manera tradicional. Aunque no sea éste el
lugar para juzgar la obra de Revueltas, debo señalar que su
música contribuyó en alto grado a modificar los conceptos
sonoros que teníamos los compositores de mi generación.
Sin tratar de analizar aquí sus creaciones, apuntaré
someramente algunas de las características de los
procedimientos que empleaba:
Sus melodías eran sencillas y bien delineadas, es decir
podían ser recordadas, cosa que parece fácil pero que está
muy lejos de serlo.
