Corpulento, de gestos
lentos, con pesados párpados que daban a su semblante una
bondadosa placidez, Silvestre Revueltas era de los hombres que ocultan bajo
una calma un tanto soñolienta .por no decir osuna. la intensidad
de un pensamiento en perpetuo hervor. La actividad creadora
lo tenía ensimismado, trabajando constantemente, aun cuando pareciera
escuchar con mohines de una aprobación silenciosa lo que en torno
suyo se decía. Pero, con el profundo pudor de sentimientos de los
artistas verdaderos, fingía no dar importancia a su obra, hablando
muy poco de ella, o, cuando lo hacía, tratándola con tono zumbón,
como si tuviera muy escaso mérito. Toda la ironía de Silvestre
Revueltas se encierra en esta pequeña autobiografía suya:
Nac
í en Durango, México. Empecé a estudiar en unos ranchos y después en
México y Chicago, pero nunca aprendí mucho. Tal vez tuvieron la
culpa mis maestros o tal vez yo. Pero más tarde encontré mejores
maestros en el pueblo y el país
mexicanos. En la
mayor parte de mis obras he procurado expresar el carácter algo
indiferente, sentimental tal vez, pero siempre enérgico, alegre y muy
definidamente sarcástico, del pueblo de mi país. Nunca he usado temas
populares o folklóricos, pero la mayor parte de los temas, o más
bien motivos que he usado tienen un carácter popular.
Cuando
escribió su Música para charlar, el compositor nos ofreció
esta explicación de un título un tanto enigmático: "...Para
charlar, para dormir, para tomar el té, qué sé yo: música para no pensar.
La música que hace pensar es intolerable, martirizante, hay gente
que la prefiere; yo adoro la música que me hace
dormir..."
Este hombre que se jactaba de no amar la música que hace pensar,
fue el creador de una música que mucho hizo pensar a los compositores
americanos por la autenticidad de su acento. Autenticidad debida a
un concepto del nacionalismo que, como el de Falla, como el de
Villa-Lobos, no buscaba su verdad en lo externo, sino en las raíces
profundas de una sensibilidad peculiar. Porque, si bien Silvestre
Revueltas escribió