"Janitzio", ¿música de tarjeta postal?
La retórica del anti-paisaje revueltiano
Roberto Kolb
Neuhaus
Tras su estreno en 1933, Janitzio resultó
seleccionada como la obra mexicana más popular de la temporada en
una encuesta organizada por la Orquesta Sinfónica de México. Con los
años, esta partitura se convertiría en bandera del
nacionalismo, significación que retomó y reforzó el Estado Mexicano
al incorporarla durante medio siglo y de manera rutinaria a sus emisiones de
radio semanales de "La hora nacional". [1]
No obstante, una lectura renovada de
las estrategias retóricas que subyacen a la partitura revela un
ethos muy distinto de aquél que sugieren los aplausos del público
de ayer y la apropiación que de la obra hiciera el
discurso nacionalista oficial. [2]
Ya lo advertía un Silvestre Revueltas cáustico en las
notas al programa que acompañaron el estreno:
"Janitzio es una isla que arrulla el lago de Pátzcuaro. El lago de
Pátzcuaro es feo. Los viajeros románticos y sentimentales lo han
embellecido con besos y música de tarjeta postal. Yo, para no ser menos,
también contribuyo mi grano de arena, en un infinito anhelo de
gloria y renombre. La posteridad agradecerá sin género de duda estos
esfuerzos proturismo." (Revueltas 1989: 213) [3]
Pero, ¿podemos nosotros,
con una competencia estilística [4] marcada por la distancia del tiempo
transcurrido, conformarnos con aquella recepción, que sin duda responde a las
expectativas nacionalistas de aquél público patriótico, y que percibe
selectivamente sólo aquellos pasajes de la partitura que las
confirman? ¿Podemos pasar por alto la evidente ironía de la nota
precautoria, que nos sugiere no sucumbir a la tentación de una lectura
programática de la partitura en los términos de una narrativa
paisajista de corte mexicanista? Desde el primer vistazo a la partitura
es evidente su estructura paródica, [5] y la nota de Revueltas -con su carácter lúdico,
antisolemne y declarativo, prácticamente un manifiesto
vanguardista- no deja duda acerca