Innovación, espontaneidad y coherencia armónica
en Silvestre Revueltas
Luisa Vilar-Payá
En
1941, pocos meses después de la muerte de Revueltas, Aarón Copland
lo describía de la siguiente manera: "Revueltas fue el tipo de
compositor de inspiración espontánea cuya música era colorida,
pintoresca y festiva. Es de lamentar que nunca fuera capaz de romper con
un cierto diletantismo por el cual lo mejor de su trabajo sufre de
hechuras fragmentarias". [1] Por desgracia, durante más de medio siglo muchos de
los elementos que integran este juicio han permeado la
literatura sobre Revueltas. Tanto amigos como detractores han manipulado estas
mismas nociones tratando de acomodarlas al estereotipo que desean
promover: un compositor ingenuo y a la vez genial pero que no llega al
nivel de Chávez, o un Revueltas tan sobresaliente que opta por la
espontaneidad y rechaza la academia.
Como resultado de esta polarización, actualmente
pocos especialistas estudian la música de Revueltas desde una perspectiva teórica que
aborde con profundidad los aspectos formales y armónicos de su
obra. Para algunos musicólogos el análisis musical no tiene nada que
demostrar en la música de Revueltas. Otros piensan que este tipo de
aproximación asesina la idea de espontaneidad y disminuye el valor
de la música estudiada y la exilia al mundo de lo
académico.
Desde luego, no falta quien ha querido disentir con el punto de
vista expresado aquí en palabras de Copland. En 1978 Jorge Velazco
intenta una denuncia cuando, refiriéndose a Revueltas,
expresa:
Se dice que el nacionalismo musical llega a topar con
el problema de la forma en cierto momento de su evolución. Claro que este
criterio se basa en la aceptación de las formas supuestamente
implantadas por Beethoven y en la gradación axiológica de formas grandes
y pequeñas [...] Se dice que en
sus obras orquestales el material melódico se halla
[...] simplemente expuesto, sin que haya elaboración o desarrollo.