música, con una sabiduría y rigor ejemplares. Octavio
Paz, un
jovencísimo poeta, para mí ya una realidad de la
verdadera
poesía mexicana, pronunció aquí, en Madrid, sobre
su
compatriota, palabras justas, valorizadoras. Una de las
condiciones
primordiales de Revueltas es su gracia, la burla
sana y fuerte que corre de
pronto por su música. Es ese
colaborador ideal que tantas veces ha
soñado uno para las
farsas teatrales, para la sátira cruel y la
patada en el
trasero. No creo que ninguno de nuestros músicos
españoles
recientes esté dotado para esa vena, tan rica y
necesaria
hoy. Oyendo a Silvestre Revueltas, saltándoseme los pies y
las manos,
me he sentido de súbito sobre una escena, la del
alfilerazo y la
puya, persiguiendo a escobazos a nuestros
enemigos, despertando a la
vez en la gente la cólera y la
risa
revolucionarias.
Bienvenido a Madrid, a este hondo corazón de España, viejo,
nuevo y
silvestre todavía, este Silvestre mexicano, hombre,
artista, que en
medio de nuestra tremenda lucha nos deja una
profunda estela de
optimismo, de potencia, de genio.