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Las cosas debieron ocurrir mas o menos así: Silvestre
abandona a las altas horas de la noche, algún cabaret o
cafetucho donde se encontraba, y se aventura solo por las
calles de la pequeña ciudad norteamericana en que vivía, con
dirección a su casa. En un punto determinado lo asaltan unos
hampones, armados con armas blancas, y sin esperar a más,
ante la actitud indefensa y desamparada de Silvestre, lo
atacan salvajemente y con lujo de brutalidad. Silvestre pudo
defenderse, pudo retroceder, pudo escapar en alguna forma y
en cualquier momento antes del ataque, pero inmovilizado por
la sorpresa no acertó a moverse.

A Silvestre no le importaba perder la vida, de eso estoy
convencido en absoluto, ni tampoco era hombre capaz de
dejarse dominar por el miedo. Pero en esos momentos había
algo más importante que la vida. La cuestión era que si
intentaba defenderse, Silvestre debía "meter las manos", es
decir, ponerlas en peligro. ¿Y qué otra cosa más sagrada para
él que sus manos, con las que hacía música con las que tocaba
el violín? No por pensar que de herirlo aquellos hampones se
quedaría sin medios de obtener el sustento. Jamás pudo



 

detenerse Silvestre en una consideración tan mezquina, tan
ruin y ajena a sus principios. ¡Eran sus manos, sus manos,
precisamente su "instrumento" musical, su instrumento natural
e inalienable de la música! ¿Qué es lo que hace entonces? Se
cruza de brazos, las oculta en las axilas, y sin resistencia
alguna, con una humildad que no tiene nombre, con una lucidez
enloquecida y tremenda, ofrece su rostro a las infames
cuchilladas de sus agresores.

Éste es el relato que conozco. Lo de menos, repito, es que
sea verdadero. Los sucesos que acontecen a los hombres
siempre son a imagen y semejanza de los hombres mismos, y
esta narración se aviene en un todo con la integridad moral
de Silvestre como artista. Quedémonos entonces con ella como
cierta, porque llegará a ser verdad, aun a fuerza de tratarse
tal vez de una mentira, tan sólo porque así debió por fuerza
de ocurrir. Mas si fue de otra manera, será porque los hados
traicionaron el texto que estaba escrito en el drama.

En los últimos tiempos Silvestre callaba mucho, taciturno,

 
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