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llevarse a cabo en el anfiteatro de la preparatoria, con el
acompañamiento al piano de Francisco Agea.

Llegó el día del concierto y acudimos al anfiteatro toda la
familia, desde los padres hasta el último de los hijos. La
cosa, sin embargo, parece que resultó un tanto sorprendente.

Fuera de tres o cuatro amigos -entre ellos, sin duda,
Ricardo Ortega, el impar y devoto amigo de Silvestre- y la
familia, que con ser tan numerosa, no era lo suficiente, sin
embargo, para ocupar la totalidad de las localidades, no
había ningún otro público en el anfiteatro. Mi papá tosía
contrariado y ahora me imagino que temeroso, por el efecto
deprimente que aquello pudiera causar sobre Silvestre. Pero
cuando menos lo esperaba nadie, aparece Silvestre en la
escena, el violín bajo el brazo, ignorando deliberada y
olímpicamente la ausencia de público, y con pasos resueltos,
llenos de victorioso orgullo y seguridad, se dirige al
proscenio, desde donde hace una rígida, austera reverencia...
en dirección de su familia. Luego se vuelve hacia el piano,
ante el cual ya se encuentra Agea, se coloca el violín bajo



 

la barbilla y ataca, con un énfasis y una alegría joviales y
triunfantes, la primera obra del concierto, de cuyo programa
no excluyo uno solo de los números, como si la sala estuviera
repleta de espectadores.

Mi padre, que no obstante lo enérgico de su carácter, era
muy sentimental tratándose de Silvestre, tenía los ojos
húmedos y algo hablaba respecto a ser aquello lo más hermoso
que escuchara en su vida.

"¡Fue uno de mis grandes triunfos, porque de veras toqué
magníficamente!", comentaba conmigo, Silvestre, al referirnos
al suceso años más tarde, muchos años más tarde, cuando ya
ese velo de tristeza que ensombrecería de un modo tenaz la
mirada de Silvestre, no se apartaba de sus ojos, y cuando ya
la vida nos había agarrado a los dos por el pescuezo, a cada
quien por su lado, y nos zarandeaba de aquí para allá, sin
importarle nada.

Carlos Chávez y Silvestre libraron una entusiasta batalla,
llena de ímpetu renovador, agresivamente retadora y viviente,

 
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