lo ha hecho
siempre, bajo la tempestad de sus dudas
invencibles, hasta el último día
de sus días.
Silvestre es como un golpe de viento, como una
racha de vida
asaltada a continuo por los tumultos del alma. Su
biografía
carece de grandes aventuras, de hazañas. Lo hazañoso de
su
existencia se dirime en él pensamiento, en el ámbito de su
espíritu
creador, que es el sitio donde Silvestre libra sus
combates, unas
veces vencedor y otras vencido, insatisfecho y
triste siempre,
irremediablemente solo y demasiado orgulloso,
por lo demás, para pedir
que nadie comparta con él su altivo
aislamiento.
Por eso
su figura física -de apariencia tan poco espiritual,
cuando menos a
primera vista-, nos resulta un tanto
contradictoria y como no del
todo lo suficientemente
"delicada", para conciliarse con un
temperamento artístico
tan hipersensible como el suyo.
El cuerpo
robusto, la melena aborrascada -no se liga cuando
usó aquella barba
feroz-, los ademanes impetuosos y