revivir mi
entusiasmo, pero allá en la soledad, aquí nada me
alienta; quiero
sobreponerme al amor y a la vida; descansar
de mi fatiga moral para tener
fuerzas para luchar [...]
Más adelante termina con estas
palabras, que son un índice
claro de su honradez, de la honestidad
que siempre tuvo en su
actitud para con mis padres: "[...]
Perdónenme si los he
entristecido, pero o era necesario, de otra manera no
sabrían
por qué quiero irme."
Se advierte lo agudo de la
crisis que en esta ocasión sufre
Silvestre, en la circunstancia de
que, por lo común, un
muchacho venido de provincias a la capital,
difícilmente
renuncia a los atractivos de la gran ciudad por
pretender
volverse a las estrecheces y limitaciones de su tierra.
Pero
aquí ya está formulado el elemento que constituye la
constante en
la zozobra eterna que Silvestre padecía: la
soledad, la búsqueda de
la soledad, el afán de estar a solas
consigo mismo, aislado,
interrogándose, conjeturándose como