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desarrollo profesional de Silvestre como músico. Se conoce
que le habrían reclamado por malbaratar su tiempo y la
categoría a que aspiraba en el ejercicio de la música al
andar tocando el violín aquí y allá, con riesgo de
convertirse en un ejecutante de "music hall", y la
perspectiva desalentadora de quedarse ello.

Dice así la carta de Silvestre (fechada el 17 de abril de
1917):

Hace dos días recibí la carta de mi mamá y las líneas que
pusiste al final, por las que vi no han recibido mis cartas.
También dices que te dijeron que iba a tocar a todas partes
donde me llamaban, lo cual no es cierto, pues sólo una vez,
por insistencia de Genaro y Carlos fuimos Alfonso y yo al
hotel Londres.

Mis estudios siguen bien, sólo que mi entusiasmo ha decaído
por completo, y mi único deseo es ir a Durango, con la
esperanza de encontrar algo de paz para mi alma. Mi vida aquí
es insoportable y estéril, y yo no quiero que sea así, quiero



 

revivir mi entusiasmo, pero allá en la soledad, aquí nada me
alienta; quiero sobreponerme al amor y a la vida; descansar
de mi fatiga moral para tener fuerzas para luchar [...]


Más adelante termina con estas palabras, que son un índice
claro de su honradez, de la honestidad que siempre tuvo en su
actitud para con mis padres: "[...] Perdónenme si los he
entristecido, pero o era necesario, de otra manera no sabrían
por qué quiero irme."

Se advierte lo agudo de la crisis que en esta ocasión sufre
Silvestre, en la circunstancia de que, por lo común, un
muchacho venido de provincias a la capital, difícilmente
renuncia a los atractivos de la gran ciudad por pretender
volverse a las estrecheces y limitaciones de su tierra. Pero
aquí ya está formulado el elemento que constituye la
constante en la zozobra eterna que Silvestre padecía: la
soledad, la búsqueda de la soledad, el afán de estar a solas
consigo mismo, aislado, interrogándose, conjeturándose como

 
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