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predestinación consumándose día con día, un compromiso adquirido desde
antes, la fidelidad al pacto de autoelegirse únicamente en una sola
forma, con exclusión de cualquier otra, y no ser sino aquello que
era, pues de lo contrario desertaba de Silvestre, huía de su
condenación, de la única a través de la cual podía ejercer el oficio del
espíritu, que no era el de la música, claro está, sino por el
contrario, del que la música era un simple instrumento, como
pudiera haberlo sido la santidad o el crimen. Es decir, porque solamente
puede ejercerse el espíritu en su condición de esa voluntad libre
que elige lo que le está predestinado, y que se transforma en una
voluntad superior, entonces, cuando elige conscientemente sólo
aquello, y únicamente aquello, para lo que a su vez está elegida. En esto
radica la suprema intrepidez, el dolor y la valentía, la soledad
desorbitada y promisora, de este ser tan lleno de las más humanas y
nobles impurezas, de este pedazo de violencia corporal, y
este existir apasionado, al que damos, a falta de otras palabras, el
nombre de Silvestre Revueltas.
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Mi madre nos
contaba que cuando ella era joven, se le iban insensibles las horas,
perdida en sus sueños, contemplando las hermosas montañas de San
Andrés de la Sierra, el pueblo donde había nacido. Ante la vista
impresionante de aquel paisaje -que ella nos descubría con tal viveza
poética y tal aliento amoroso-, el mayor anhelo de su vida, decía,
se cifraba en llegar a tener, cuando se casara, un hijo
músico, otro pintor... En efecto, de ella, de ese entrañable cuerpo de
mi madre, estaban destinados a nacer ese músico, ese pintor. ¿Por
qué los hechos poéticos no han de ser, también hechos
biológicos? Acaso el misterio último de la poesía se encuentre en la recóndita
vibración de alguna célula, cuyos anhelantes estremecimientos, a
fuerza de integrarse y hermanarse con otros, a fuerza de buscarse a
través del amoroso calor de las tinieblas orgánicas, terminen
articulándose en palabra. ¿Qué voces hablaban a través de los
sueños de mi madre, qué misteriosos elementos terrestres de su cuerpo le
llevaban hasta la mente el anhelo monstruoso de tener un hijo
músico,
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