Foro Virtual Silvestre Revueltas
   
 
 
  impresión   inicio  
 



Pero no le pidamos a un artista, que tanto mira, que resista
todo lo que mira; que soporte todo ese peso abrumador de la
desquiciada vida de los hombres y las amargas tinieblas en
que se debaten. Para poder mirar ha tenido que rebelarse, y
ya es bastante esta caída, donde su espíritu tienta todas las
tentaciones e invoca sobre sí todos los pecados, dispuesto a
morir por ellos. Ya es bastante que reciba el castigo tras
cuya búsqueda ha caminado por su propio pie.

Porque es cierto. Para los ángeles rebeldes el castigo es
vivir la inminencia total de todos los riesgos, pero en todos
los sentidos, aún en los del vicio. No un arriesgarse a
medias, no un sólo aproximarse al peligro, sino ser uno mismo
el peligro, el peligro de sí mismo, y confundirse con él.
Este era Silvestre, y lo digo con pavor, con piedad y con un
remordimiento y una admiración sin límites.

Había escogido el camino de la autodevoración, de la
autofagia torturante y sin embargo providente, sin embargo
desagarradoramente fecunda. Hay algo de muy humilde y
bárbaro, de indeciblemente humilde y acusador, en el alcohol



 

de Verlaine, en el alcohol de Silvestre, en el de Mussorgsky,
en el de Whitman, en el santo, criminal alcohol de todos los
hombres solitarios, que es como si acabáramos de recibir una
bofetada en pleno rostro.

Más no una bofetada de ellos, sino una bofetada de Dios. Y
no obstante los hemos condenado y los hemos escarnecido y nos
hemos repartido sus vestiduras, después de jugárnoslas a la
suerte, a su suerte, a su infortunada suerte de
multiplicadores del pan. Es así entonces como hay que
comprender a este repartidor de alma que fue Silvestre, y no,
no absolverlo de ningún modo, puesto que nació absuelto desde
que fue concebido.

Silvestre nació absuelto porque previamente ya era un ser
condenado sin remedio. Él era la condenación misma, su propio
cuerpo del delito, la condenación en estado de gracia
concebida sin pecado original, definitiva y pura, y no había
nada que absolver más allá del hecho justísimo y aterrador de
ser Silvestre el condenado, de estar condenado a ser
Silvestre. Porque, en suma, Silvestre no es nada, sino una

 
Documento sin título
  Página  
Ir
        18