¿Por qué
Música para charlar? ¿Acaso la música seria
(la
música que toca una orquesta sinfónica, en un teatro solemne
y
ante un auditorio igualmente solemne), no se hace para ser
oída en
medio del silencio más receptivo, y de la más
correcta y bien
educada de las unciones, sin que, entretanto,
nadie tenga la osadía de
atreverse a charlar, o de hacer
cualquier otra cosa que
oír?
Ninguno quería darse cuenta de que la deliberada
intrascendencia
de ese nombre resumía un aspecto esencial de
la actitud de
Silvestre ante la creación artística. Se
sublevaba con todas sus fuerzas
contra las pretensiones de
falsa profundidad, de aquellos que, a
cambio de no hacer una
música o una crítica honradas, prefieren
construirse un falso
prestigio de conocedores, de buenos técnicos a base
de un
lenguaje -musical o literario- esotérico,
sabihondo,
hermético, lleno de esos pasajes de cultura criptográfica
sobre los
cuales nadie se atreve a preguntar, por temor de
que se le considere
ignorante, y que, precisamente por no ser
comprendidos de nadie,
provocan la admiración y el aplauso
fanático de los necios. De esos
necios cuyo número, desde