Era como un semidiós, travieso, la
mirada con aquellos
resplandores de inocente malicia y luego esos
terminantes
ademanes que tenía. No resultaba difícil imaginarlo
desnudo
en un estanque, rodeado de ninfas y con una corona de uvas
y
laureles ceñida a la cabeza, jocundo y espléndido como
Dionisos en
su reino. La idea le cautivaba indeciblemente al
propio Silvestre,
aunque en seguida añadiera a la imagen
algún alegre toque, más bien
triste, de pequeña ironía
burlona en su contra: "Bueno -decía
entonces-, pero un
Dionisos ya medio fuera de la circulación...
"
En primer lugar Silvestre se burlaba de sí mismo, lo cual
le
permitía burlarse de los demás sin remordimientos, como si lo
primero
ya fuese el pago de cierta patente de impunidad, o
una especie de
desagravio para los ofendidos, los que de
ningún modo habrán
quedado satisfechos, claro está.
EI optimismo, el amor, la
generosidad, fluían de su ser sin
que Silvestre se diera cuenta, pues
ignoraba sus "virtudes"
en absoluto, y se habría sorprendido con
sincera
incredulidad, caso de apercibirse que las tenía. Me
equivoco: