Como otra de las obras que vamos a reseñar, la trama se va
urdiendo a partir de una retrospección que tiene como espacio
escénico un cementerio, en donde se celebra la noche de
muertos; oímos la voz de Neruda que recita el
Oratorio menor
a Silvestre Revueltas. Como didascalias teatrales, la autora
sugiere los elementos de un altar de muertos tradicional; a
lo lejos y en
background se oye Sensemayá, mientras una
mujer; Angela, llama a Silvestre que aparece apenas bañado
por una luz, haciendo hincapié en su corpulenta figura.
Silvestre explica lo que para los mexicanos significa el día
de los muertos, sobre todo referido al encuentro y salutación
que significa el día de muertos en el que los vivos se
reencuentran con los difuntos. A partir de ese momento, en
una retrospección, el autor en una escena que a nuestro parecer
resulta demasiado, ya que el personaje protagónico va
enunciando una larga parrafada en donde nos habla de su
infancia. Teatralmente el largo monólogo establece, y tal vez
ésta es la intención de la autora, una especie de aislamiento
inicial con el personaje Angela, que es introducida por el
personaje.