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el complemento ineludible para que se establezca el vínculo
de la recepción entre el espectador y el espectáculo.
En este texto, como en el de Juan Tovar hay una
comprehensión mucho más rica de la sicología del personaje, y
también una especie de libertad frente a él, ya que -haciendo
uso de la libertad creadora- se dota al personaje de
sentimientos, pasiones y emociones que ellos, verosímilmente,
construyen a partir de los datos objetivos que tienen.

Por último quisiera referirme a un texto que llegó a mis
manos recientemente y que es el realizado por María Luisa
Rangel. En este caso, a diferencia del primero, la autora no
pretende de ninguna manera hacer un texto que respete la
objetividad, sino que da rienda suelta al libre manejo entre
la tradición o la leyenda y su amor hacia el personaje. La
obra se llama El genio y el otro, y para todos es evidente de
a quiénes se refiere, aun cuando yo dudo que el genio hubiera
aceptado el apelativo.

En la obra se señalan las diferencias entre uno y otro, pero
no solamente de ellos dos, sino hay otros dos personajes que



 

Rangel también denomina como "el Mocho" (Bernal Jiménez):
porque fue becado por curas, y "el Corno" que había sido
corno, bibliotecario y copista de la misma orquesta. Y si los
dos, para "el otro", eran "chinches con arrojos de Sansón" y
el dizque genio "dipsómano rojillo", los tres están
englobados en la ojeriza que "el otro" les tiene. Señala
leyendas que formaban parte del mundillo musical de aquel
tiempo. Y así nos enteramos, que alguna vez tendió una trampa
al Corno, haciéndole poner unas partichelas que no
correspondían y con "palabrotas injuriólo ante el pleno de la
orquesta por no haber obedecido y por la pérdida de tiempo
que su falta les iba a ocasionar". Parece ser que a resultas
de esta historia el pobre Corno sufrió una embolia cerebral.
De ahí Rangel narra el momento terrible en el cual "el otro"
(Chávez) sufrió la humillación de no haber sido obedecido por
la orquesta para iniciar un concierto. A partir de ese
momento, la historia pierde su sentido narrativo y hay un
diálogo del otro con un espejo en su camerino, en donde,
después de la humillación, contempla su imagen envejecida de
repente. Y estando en esa situación, se acercan los fantasmas
del Mocho, el Corno y el genio rojillo.

 
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